Llevar agua a una ciudad encaramada en una colina era de suma importancia y le permitía resistir durante mucho tiempo en caso de asedio.
Entonces se utilizaban todos los manantiales situados dentro del círculo de las murallas y su agua se canalizaba y recogía en cisternas.
Pero, ¿cómo purificar el agua?
Recurriendo al sistema de doble depósito, una técnica que ya utilizaban los antiguos romanos.
El agua del manantial se canalizaba y ralentizaba en el interior del primer depósito, dejando que las impurezas (arena y otros corpúsculos) se depositaran en el fondo.
La estructura que podrás visitar data de hace quinientos años: el ambiente es decididamente atmosférico, con la bóveda del techo convergiendo en una sola columna, en medio de las reverberaciones producidas por el agua cristalina que llena esta piscina, ¡capaz de albergar nada menos que 400 metros cúbicos!
Sin embargo, la fuente tiene orígenes mucho más antiguos.
Se menciona por primera vez en un documento del año 928, del que se desprende la etimología del nombre “Lantro”: caverna de agua; se utilizaba para suministrar agua de uso doméstico, para curtir pieles, para lavar la ropa y se llevaba allí a los animales para que bebieran.
El Later proporcionó agua a la población hasta finales del siglo XIX, cuando entró en funcionamiento el acueducto municipal.